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Su HISTORIA

Cada año, aún al final de su vida, Alirio Díaz regresaba a casa, a Carora, se colocaba unas alpargatas, un sombrero y se disponía a recorrer cada una de sus calles desgastadas por el tiempo, admirando lo que se pretendía ya no estar en su memoria. Unos de sus lugares favoritos era la Plaza Bolívar; allí, junto a un amigo cerraba sus ojos mientras reposaba en sus recuerdos y en sus viejas cuerdas: ¿Escuchas algo? -preguntaba el Maestro con dulzura- Cierra los ojos y escucha con detenimiento… Es la música que crea el viento, ¿acaso no es hermosa?

1. NIÑES Y ADOLESCENCIA
2.. TIERRA MIA
3. ESTUDIOS DE MÚSICA
ALIRIO DÍAZ
1.
NIÑES y ADOLESCENCIA
“De la espina nace la flor, y si no, ¿cómo se explica que este muchacho cante tan bonito por estos tunales” Tino Carrasco

Tino Carrasco.

Su nombre, según dice, pudo responder a una moda del momento o venir del estado Zulia, “en donde pensarían, y con razón, que era más bonito el hacerse el trastueque de las dos primeras vocales de Hilario”;  así, posiblemente resultó el nombre de Alirio Martín Díaz Leal.

 

 Nació en 1923 en un pequeño caserío del Municipio Torres: La Candelaria. Una tierra desolada de nadie y de todos, de gente humilde, del sol y de cardones, pero que, como en todo lugar, reposaron sobre ella personas que han cambiado para muchos el sentido de la historia. Alirio fue uno de ellos.

 

Desde niño se interesó por las artes musicales, por las tradiciones y por la historia. A los seis años se dejó cautivar por el cuatro y aprendía a solas un popular vals venezolano llamado El ausente, primera pieza que aprendió a tocar de oído.

 

Aprender a leer y a escribir despertó en él sus sueños, lo hicieron encontrarse, exigirse y valorarse. Cada letra y palabra que leía lo preparaban para descifrar una vida que duraría 92 años de edad.

 

“Salté el tranquero y rompiendo todos mis temores, escapé de mi casa en un madrugonazo definitivo”

A los 16 años, empeñado en cultivarse cuando la situación económica estaba en su contra, decidió fugarse, saltar el tranquero y rompiendo todos sus temores, escapó de su casa “en un madrugonazo definitivo” para dirigirse a Barquisimeto en busca de una beca de música que otorgaba el gobernador del momento a los jóvenes más pobres.

 

 “‘Aquella madrugada mi hermano me vio escondido detrás de un cují y no quiso verme para no contar a mis padres, porque él muy en el fondo quería que me fuera a cumplir mis sueños’”, recuerda el poeta Jesús Enrique León las palabras del Maestro, un día que se encontraban ordenando en la fundación que éste crearía muchos años después.

 

El gobernador no lo recibió, y como un fortuito golpe del destino regresó a Carora para así terminar de romper con sus miedos.

2.
"TIERRA MIA"
“La Carora de mis sueños”

Carora se convirtió para Alirio en el significado de patria, fue su hogar y su lucha. La había conocido a los 12 años cuando por órdenes de su papá Pompilio, viajó 60 kilómetros ida y vuelta para llevar un encargo de la pulpería que éste tenía. Por primera vez vio una “ciudad de calles rectas y limpias, un río con su puente y una hermosa plaza urbana” (la Plaza Bolívar). La llamó:

 “La Carora de mis sueños”.

 

En esa ciudad conoció a Don Cecilio Zubillaga Perera (Don Chío). Desde que sabía leer, había estudiado sus artículos de prensa; reconoció por medio de su escritura, a un hombre ilustre, educado y culto

Allí encontraría y reconocería a su mentor

Un día se atrevió a tocar la puerta del cuarto de Don Chío, habitación que servía de biblioteca y aula a todo aquel que se acercaba. Allí encontró y reconoció a su mentor, al guía y amigo que lo impulsó a su aventura y a su desafío. Don Chío no se equivocó al ofrecerle la música como vocación y no la historia, la filosofía o el periodismo que era lo que realmente quería Díaz; sin embargo, fue en esa ciudad donde también realizó su primera publicación en un diario, donde exhibió sus cualidades y amor por la escritura, algo que lo caracterizaría toda su vida.

 

Para ganar un poco de dinero y sobrevivir en la ciudad, Alirio trabajaba como portero en el Teatro Salamanca y al mismo tiempo estudiaba cuarto grado en la Escuela Egidio Montesinos, pero el trabajo no sería suficiente. Dejó sus estudios académicos y consiguió refugio en la música, en la guitarra.

3.
Estudios de Música

Tres cartas firmadas por su mentor fueron el respaldo del talento innato de Alirio: una, iba dirigida al Dr. Numa Quevedo, secretario del presidente del estado; la segunda, a Laudelino Mejías, director de la Banda Sucre; y la última, a Don Pedro Torres, director-propietario de Radio Trujillo.

 

Obediente y confiado, en 1942 comenzó a recibir clases de teoría, saxofón y clarinete con el Maestro Laudelino Mejías en la Escuela de Música del Ateneo de Trujillo. Tres años después se dirigió a Caracas e ingresó a la Escuela Superior de Música José Ángel Lamas y tuvo como ductores a los maestros Pedro Ramos, Juan Bautista Plaza, Raúl Borges y Vicente Emilio Sojo.

“Orgullo de tu vida debe ser estar bajo la ducción artística de ese verdadero Maestro, orgullo de Venezuela. Aprovéchate de su enseñanza. Sé que te aprovecharás”. Don Chío a Alirio

Luego de sus primeros conciertos profesionales en Venezuela y tras la muerte de Don Chío (1948), en 1950 se residenció en España becado por el gobierno venezolano, donde recibió clases de Regino Sainz de la Maza, uno de los mejores guitarristas de ese país.

 

Llegar a Madrid fue un momento de iluminación interior para Alirio y también de mucha soledad, el desarraigo de quien se va de su país. Uno de sus entretenimientos era ir a la Biblioteca Nacional de España; ahí descubrió, entre muchos autores, al poeta  Góngora y un poema titulado Requesón de colmena que decía: “… este destino requesón de colmenar, bien se pudiese llamar panal de leche cocida, a leche y miel me ha sabido, decidme que se esconde en él, de ser la aluda abeja o alada oveja leche le dieron y miel”.

“Descubrió en un poema de Góngora lo que era”, dijo.

Solo a miles de kilómetros de distancia, con una temperatura contraria a la de su pueblo, Díaz recordaba las fiestas del 15 de enero del Niño Jesús que se celebraba cada año en su caserío, donde llegaban los Salveros de la Rosalía a cantar y en donde luego su mamá repartía el postre de la noche elaborado con  requesón  y  miel.

 

En navidad se le movía el mundo al recordar el dulce que su madre le hacía. “La vez que me lo contó brotaban lágrimas de sus ojos, era su madre, un ser que lo amo profundamente”, dijo Fernando Briceño, su cuidador y amigo.  Después de su entrañable recuerdo, estaba el reconocimiento de ser venezolano, de ser caroreño. “Descubrió  en un poema de Góngora lo que era”, dijo Briceño.

 

Más adelante comenzó a asistir a los cursos que dictaba Andrés Segovia en la Academia Chigiana de Siena, en donde obtuvo el reconocimiento al estudiante más destacado de la cátedra de guitarra.

 

Y precisamente de sus maestros como Saniz de la Maza y Segovia hablaba mientras sacaba los afiches de las cajas junto al poeta Jesús Enrique León y su esposa Úrsula Rey, por ahí por el año 2000 mientras pensaba en crear un espacio que atrajera a los caroreños a la música y a su vida. “Ahí pasamos muchos días hincados de rodillas al lado de las cajas sacando afiches, mientras él nos contaba anécdotas de cuando tocaba en Praga, en Italia, en España, hablándonos de Andrés Segovia, de Sainz de la Maza, de sus maestros, de sus experiencias; fue entonces donde entendimos y nos acercamos a la universalidad de su conocimiento”, expresó el poeta.

 

Luego de ser mostrando formalmente al público Europeo, comenzó a viajar por todos los continentes presentándose como solista y acompañando a grandes orquestas sinfónicas. A donde fuera, Díaz llevaba consigo el nombre de su país y de su pueblo, plasmados en canciones de música popular recopiladas y arregladas por él.

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